Al llegar a la molina gruesas paredes nos acogen con ternura. Los granos aguardan su turno en la tolva hasta que se aligeran y se apresuran a entrar silbando con fuerza. Del ritmo trepidante de las piedras del molino responsables. De la magia trituradora. De ese instante. La metamorfosis es inminente. Y como nieve tostada, va cayendo en tibia textura, ese sustento. Perfumando todo intensamente.
Y el sabroso gofio sin detenerse, corre por nuestros postres artesanales, acunando en nuestros paladares, lebrillos de recuerdo.